lunes, 31 de mayo de 2010

Combustible del corazón Por Lucas Leys

Romanos 5:5. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.

En 1907 el explorador Ernest Henry Shackleton, organizó una increíble expedición al polo Sur. Había viajado por el mundo desde que tenía 16 años, cuando era un aprendiz de una flota británica de mercado marítimo. Shackleton sabía que el viaje iba a ser demoledor, pero no esperó que las condiciones del tiempo fueran tan malas. Estando con sus compañeros de aventura en el medio del viaje, las tormentas empezaron a destruir todo lo que tenían. Las temperaturas bajo cero hacían al viento letal. La visibilidad era imposible, sus cuerpos ya estaban extenuados y cada paso demandaba un esfuerzo sobre humano. En medio de esta situación, la comida también se terminaba. Con noventa y siete millas náuticas para llegar al polo Sur, tuvieron que abandonar las esperanzas y emprender el regreso, lo cual obviamente empeoró el ánimo de todos.

Mientras hacían su intento desesperado de volver a la base, se dieron cuenta que debían acelerar el ritmo de marcha o iban a sucumbir. Decidieron que deberían dejar varias cosas en el camino para hacer su carga más ligera. En medio de esta situación tan extrema Shackleton pudo prestar mucha atención a lo que sus compañeros decidieron dejar en el camino y en el proceso aprendió mucho de ellos. Lo primero que varios dejaron fue dinero en moneda. Lo siguiente, aunque verdaderamente escaseaba, fue comida. Luego prendas y elementos técnicos que cargaban encima. Al regresar al campamento, Shackleton luego de contar lo sucedido, le preguntó al resto: ¿Qué creen que todos guardaron hasta lo último con mucho cuidado? La respuesta calentó el frío ambiente de la base: «Fotos y cartas de los amados fue el combustible que los mantuvo en movimiento por la esperanza de volverlos a ver.» El amor siempre nos llena de nuevas esperanzas.

Punto de reflexión
¿Cuál es el combustible de tu corazón?

miércoles, 26 de mayo de 2010

Sobreviviendo al Tour de France por Lucas Leys




1 Corintios 9:26. Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire.

El Tour de France es la carrera ciclística más importante del mundo. Prácticamente se trata de darle la vuelta a Francia. Los competidores hacen un trayecto de 3630 kilómetros (2287 millas) saliendo de París y terminando en los Campos Elíseos luego de veintiún etapas y casi un mes de competencia. El Tour de France es una carrera de extremas exigencias y demanda un excelente estado físico. Por eso fue que en ese año todos quedaron muy sorprendidos cuando Lance Amstrong aseguró que iba a participar. Aunque ya era considerado uno de los mejores ciclistas del mundo, Amstrong había sido diagnosticado con cáncer. Le había inundado todo el abdomen, los pulmones y el cerebro. Mientras estaba pasando por todos los tratamientos y sin saber si algún día iba a lograr competir estudió por separado cada tramo de la carrera y se entrenó como un desesperado tras lograr salir de esa etapa en ese infierno llamado cáncer. La meta la tenía clara. Ya había ganado importantes carreras, pero el Tour de France era la más importante de todas y debía ganarla. Sus médicos y su familia lo ayudaron a luchar con la enfermedad y luego de una temporada de dudas, trabajo, miedo y esfuerzo, Amstrong fue dado de alta para seguir compitiendo. Contra todas las apuestas y pronósticos Lance Amstrong se presentó y ganó el rally de los ciclistas y dejó al mundo de los deportes anonadado por su logro. 

Esos días de quimioterapia y miedo debieron haber sido terribles. Ver las carreras por televisión o leer alguna revista especializada sin que estuviera su nombre entre los favoritos no le hacía ninguna gracia. Pero Amstrong no perdió la esperanza y a pesar de que no veía la posibilidad de alcanzar su meta, se entrenó seguro de participar en la carrera de sus sueños. Estudió cada parte del trayecto desde su cama y se entrenó en la casa con una bicicleta fija. Cuando los médicos le dieron la noticia de que el cáncer se había detenido y que estaba en condiciones de competir, Lance ya estaba listo para competir. Ganó en el año 1999 y en el 2000 lo volvió a hacer. 

Punto de reflexión

¿Qué puedo aprender en mi vida espiritual del ejemplo de Amstrong?
¿Cómo puedo «entrenarme» hoy aun cuando las metas parezcan lejanas?

Audiencia con el Rey

Querido Señor, antes los problemas y dificultades que ya me tocaron desde mi niñez y que todavía tengo que vivir quiero considerarme un sobreviviente y no una víctima. Quiero que me ayudes a no perder de vista mis metas y usar cada circunstancia con la esperanza de lograrlas.