lunes, 30 de abril de 2012

Derrumbando muros

Hebreos 11:30. Por la fe cayeron las murallas… 
 
Daban vuelta en silencio. El surco de las pisadas en el barro se hacía cada vez más profundo. Era duro no poder hablar y más difícil no estar seguro de cuál era la táctica que su comandante Josué estaba siguiendo. Hacía seis días que daban vueltas alrededor de los muros de Jericó y ahora en el séptimo tenían que dar siete más. Los días anteriores fueron diferentes. Mientras daban la vuelta se podían escuchar las trompetas de los sacerdotes, pero esta vez todo tenía que permanecer en silencio hasta la vuelta número siete.
 
A la séptima vuelta, tal como Josué lo había ordenado, sonaron las trompetas y todo el ejército de Israel empezó a gritar a gran voz. En instantes los gritos, los cuernos y las trompetas se mezclaron con el estruendo de los muros de la ciudad que empezaron a derrumbarse. Fue todo un desconcierto para Jericó, las tropas israelitas entraron con el mismo estrépito y pronto la cuidad estaba arrasada. Ni ellos entendían lo que había sucedido.
 
Era evidente que la estrategia no era humana. Dar vueltas por siete días y el último armar un alboroto para que se cayeran los muros de una de las ciudades más grandes de Canaán no estaba en los cálculos de nadie. No quedaba duda que la táctica no era iniciativa de Josué sino que venía del comandante de los cielos. Todos sabemos que a él le gusta mostrarnos que no son las tácticas ni las habilidades humanas las que pueden ganar las batallas del pueblo de Dios. 
 
Él nos sigue insistiendo que es por la fe y la obediencia que podemos alcanzar la verdadera victoria. Eso fue lo que tuvo Josué para darle la orden al pueblo. Fe y obediencia fue lo que tuvo el pueblo al marchar en silencio y eso es lo que debemos tener si queremos que se caigan los muros de Satanás a nuestro paso.
 
Alguien me dijo: «Arroja el corazón del otro lado de la pared y el resto lo seguirá». El corazón de Josué ya había visto las paredes caer. No dudó de las aparentemente locas estrategias de Dios y puso su corazón del otro lado del muro. Pronto todo el pueblo lo siguió.
 
¿Cuáles son las murallas que hoy se interponen para que conquistes lo que Dios quiere de ti?

viernes, 27 de abril de 2012

Serie "Corazón de campeón" (2 parte) por Félix Duarte


Estamos predestinados para estar unidos desde el principio. No fuimos hechos para estar solos, debemos  tener la habilidad de conectar con otros porque así nos manda la biblia.
Selecciona tus amigos, trata de que ellos te sumen y no te resten. Las actitudes que adoptes de tus amigos tienen que ser las correctas y hay amigos que no te aportan esas actitudes.
Necesitamos personas  que nos ayuden a reconocer talentos que quizás no conocemos. Todos necesitamos  de otras personas, en Eclesiastés 4: 9-10 nos dice que mejor son dos que uno; porque si cayeren, el uno levantará al otro, pero ¡ay del solo!
Dios usa personas para que oren por ti, estén atentos de tu estado espiritual, físico, emocional,  que te ayuden en tu caminar y para decirte que tienes potencial. También debemos tener un corazón de campeón hacia los demás. ¿Reconozco los talentos de las personas?, ¿ayudo a otros a ser mejores?, ¿oro y ayudo a los demás?. 
Dios nos ha capacitado con dones y debemos de ponerlos a la disposición de otros. Es una bendición tener a alguien que se preocupe por tí. Haz un compromiso de seleccionar tus amigos, practicar la relación con Dios y con los demás.
La vida funciona mejor cuando estamos conectados con otros!!!

miércoles, 25 de abril de 2012

Rescate completo

Marcos 10:45. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
 
Era un 6 de julio al atardecer y la playa de Pensacola, Florida, invitaba a quedarse más tiempo.
Las olas del golfo eran suaves y Jessie Arbogast tenía un inigualable momento kodak. Su hermana y algunas amigas se habían metido más hondo, pero para un chico de ocho años ya era suficiente. De repente y de la nada algo enorme le dio un fuertísimo tirón en su brazo. Jessie empezó a gritar: ¡Me agarró, me agarró!.
 
En la playa estaba su tío Vance Flosenzier, que viendo la sangre alrededor del cuerpo de su sobrino no dudó que algo terrible estuviera sucediendo. Él y otro hombre corrieron hasta el muchacho cuando notaron a un tiburón tirando del brazo del niño y listo para escapar. Viendo a Jessie y sabiendo que a unos metros estaban las niñas, el tío tomó fuertemente al tiburón por la cola y empezó a luchar para sacarlo del agua. 
 
Los gritos de ¡Tiburón! ¡Tiburón!, se escucharon por toda la playa.
La tía del niño lo tomó en sus brazos y lo sentó en la orilla para descubrir la terrible condición de Jessie. La mordida del tiburón le había sacado el brazo desde la coyuntura del hombro. Unos turistas llamaron al 911 (número de emergencia) y a los pocos minutos un helicóptero del Hospital Bautista llegó en auxilio.
 
El tiburón tenía convulsiones y luchaba por sobrevivir fuera del agua. Los paramédicos y la familia buscaban desesperadamente el brazo de Jessie. Uno de los paramédicos sugirió que podría estar todavía dentro del tiburón. Trataron de abrirle las mandíbulas con un bastón y efectivamente allí estaba. Jessie estaba quedándose sin sangre por lo que decidieron llevarlo antes de sacar el brazo del animal. Jared Klein de la guardia de parques nacionales fue quien decidió dar cuatro disparos al tiburón para sacar el brazo de su interior.
 
Para ese momento Jessie ya estaba en el hospital. Mientras lo bajaban por el elevador, los doctores y enfermeras le inyectaban sangre del tipo «O negativo» en grandes cantidades. La ambulancia con el brazo llegó minutos después. Los doctores tomaron el brazo inmóvil, pero dieron gracias a Dios de que estaba intacto y no despedazado. Huesos, nervios, arterias, músculos y venas tuvieron que ser entrelazadas nuevamente. Doce horas transcurrieron en la sala de cirugía hasta que Jessie fue llevado a un cuarto de recuperación.
 
Si no hubiera sido por su tío Vance Flosenzier, Jessie habría perdido su brazo y hasta quizás muerto. Agarrar a un tiburón hambriento por la cola y sacarlo del agua no es un acto común. Sin duda que ese día dividió la historia de Jessie y su familia. Los hechos fueron relatados en los principales medios de comunicación de los Estados Unidos y Vance fue elogiado como un héroe nacional por la prensa.
 
Algo así nos ha sucedido a nosotros. Estábamos atrapados en las mandíbulas del diablo, pero Cristo se lanzó a la playa de la muerte para rescatarnos. Satanás nos ha lastimado y muchas veces nos sentimos quebrados. Pero Cristo no descansa hasta que podamos estar completos en él. Así como Jessie va a estar agradecido toda la vida a su tío, tenemos que estar agradecidoseternamente por lo que Jesús hizo por nosotros.

lunes, 23 de abril de 2012

Un ingrediente que no puede faltar

Hebreos 6:12. Imiten a quienes por su fe y paciencia heredan las promesas.
 
Es un ingrediente que en la receta del éxito nunca puede faltar. Fue clave en todas las conquistas humanas y también en los hechos divinos. Sigue siendo un condimento que permite que todavía Dios nos hable, perdone y entienda. 
 
Para tener victoria en cualquier área de la vida no puede faltar; sin embargo, en muchas personas escasea en proporciones alarmantes. Algunos que la han tenido no pueden estar seguros de mantenerla, siempre hay que buscarla como un tesoro preciado.
 
Es… ¡la paciencia! Sin ella muy poco se puede lograr. El apóstol Santiago nos exhorta a tener por sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas, porque la prueba de la fe produce paciencia. Él lo decía porque ella es un ingrediente que no puede faltar en el cristiano que quiere tener una vida victoriosa. 
 
Santiago entendía el valor de la paciencia y tenía en alta estima esta virtud ya que el resultado de la prueba en el cristiano, es la paciencia. Esta nos permite que una obra, un trabajo o una vida lleguen a buen término. ¿Cómo tener paciencia? La Biblia nos enseña que es fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22). Por lo tanto, si estamos en comunión con el Señor, esta característica de su Espíritu va a empezar a nacer en nosotros.

¿En qué nivel se encuentra mi tanque de paciencia?

viernes, 20 de abril de 2012

Serie "Corazón de campeón" (1 parte) por Sarahy García

Un corazón para los demás es el que deja de pensar en sí mismo y piensa en el otro. Es un corazón que no desea cosas innecesarias y se preocupa por ayudar.


Jesús es nuestro ejemplo. El demostró tener un corazón dispuesto a identificar y resolver cada una de las necesidades de las personas que lo rodeaban (necesidades físicas, emocionales y espirituales).


¿Tienes un corazón para los demás?, ¿te preocupas por las necesidades ajenas?, ¿brindas tu apoyo y comprensión?, ¿le presentas a Jesús al que lo necesita?...

Un corazón de campeón es aquel que ve una necesidad y hace cualquier cosa que esté a su alcance para suplirla.

¿Qué debes hacer para tener un corazón de campeón?:

• Muestra preocupaciones genuinas por los demás.
• Escucha a los demás y comparte su historia.
• Extiende una invitación.
• Prepárate para varias respuestas (corazones cerrados, superficiales, distraídos y fértiles).
• Haz lo posible y deja en manos de Dios lo que no puedas hacer.

Dios quiere que tengas un corazón de campeón, que te des cuenta de que muchas vidas pueden ser transformadas si te interesas en ellas. Hoy es el día de entregar todo lo que no puedes hacer al Señor y empezar a tener un corazón de campeón.


Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura. Hebreos.10:22


http://puertaabiertaonline.org/multimedia/cultos-juveniles/167-sabado-14-abril-2012.html

miércoles, 18 de abril de 2012

La mejor Autoayuda

Filipenses 2:4. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.


A primera vista este consejo bíblico parece estar enfocado sólo en el servicio a otras personas. Pero no es así. Si uno mira a la gente egoísta, se da cuenta que tienen pocos amigos y les cuesta conseguir ayuda cuando enfrentan problemas. En cambio, la persona que ayuda a otros es siempre la más querida y la que con facilidad encuentra colaboración.


Definitivamente la mejor manera de conseguir ayuda para tus problemas es ayudar a otros a solucionar los suyos. Si damos, recibiremos. Si somos personas que siempre piden, demandan, ruegan y sólo se concentran en sus propios intereses, terminaremos cansando a los demás y poco a poco quedaremos a solas.


Por eso, según el consejo bíblico, creo que la mejor autoayuda es crecer de modo que seamos personas que den, inviertan, apoyen, escuchen y hagan todo lo necesario para ayudar a otros.


Es doblemente excelente cuando sentimos que verdaderamente somos de ayuda a otras personas porque no sólo es bueno para ellas sino que como un boomerang la ayuda vuelve a nosotros.

Punto de reflexión: ¿Soy una persona que vela sólo por sus propios intereses o me preocupo en ayudar a los demás?

lunes, 16 de abril de 2012

Valor por Max Lucado

Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti (Isaías 43.1–3)


No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia… Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo (Isaías 41.10, 13).


¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres! En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; los pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención de lenguas (Salmo 31.19–20).


¿Te vendría bien un poco de valor? ¿Estás retrocediendo más de lo que te mantienes firme? Jesús disipó los temores que abrigaban sus nerviosos discípulos.

Hay que recordar que los discípulos eran personas comunes a quienes se les confió una apremiante tarea. Antes de figurar como santos en los vitrales de las catedrales, eran simplemente vecinos que trataban de ganarse la vida y criar una familia. Ni estaban hechos de fibra teológica ni se habían criado con leche sobrenatural. Pero su devoción superaba un poco sus temores y como resultado hicieron cosas extraordinarias.

Los temores terrenales realmente no son temores. Responde la gran pregunta de la eternidad, y las pequeñas interrogantes de la vida tomarán su verdadera perspectiva.

Fuente: http://devocionaldiario.org

viernes, 13 de abril de 2012

Fórmula de 4 Pasos Para Tratar el Temor por John C. Maxwell

Hechos 4:29-31.


1. Entienda que Dios ve sus problemas.
“Y ahora, Señor, mira sus amenazas” (vs.29a).
Estos, que habían encontrado dificultades, querían tener la seguridad de que Dios había visto su persecución. Cuando las cosas van bien, no necesitamos la seguridad constante de que Dios está con nosotros. Pero durante la batalla (y usted tendrá batallas), hay una fuerte necesidad de seguridad. Las buenas noticias son que Dios mismo ha dicho: «No te desampararé, ni te dejaré» (Hebreos 13.5).

2.
Pida una llenura de confianza y amor, lo cual es más grande que el temor
«Concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra» (v. 29).
Este era un pedido de más cosas positivas para llenar sus corazones y mentes. Se dieron cuenta que una manera efectiva de experimentar menos temor, era tener más valor. No es realista pensar que todas las aprensiones, preguntas e intimidaciones huirán y nunca nos acecharán otra vez. Por lo general todo lo positivo y lo negativo obra en nuestras vidas al mismo tiempo. ¿Cuál es el secreto para vencer? Tener emociones positivas y buscar refuerzos positivos que sean más fuertes que los negativos.

3. Crea que Dios está obrando un milagro en su vida.
«Mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús» (v. 30).
Hubo una oración para que Dios intercediera a su favor con milagros. Se dieron cuenta que lo que tenía que ser hecho requeriría sus esfuerzos más los de Dios. Note que primero pidieron fuerza, y luego que Dios hiciera la diferencia. Esto puede suceder en su vida. Ponga los cambios que busca en su actitud, pensamiento y conducta, al comienzo de su lista de oración. Pídale a Dios que le ayude a hacer lo posible para producir un cambio efectivo. Luego, pídale hacer por usted, lo que usted no puede hacer por sí mismo.

4. Sea lleno del Espíritu Santo.
«Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la Palabra de Dios» (v. 31).
Hay una relación definida entre la llenura del Espíritu Santo y el denuedo. Necesitamos una vida llena del Espíritu Santo. Conozco a muchas personas que usan esta fórmula de cuatro pasos para tratar con el temor en los asuntos diarios de la vida. Esto les guarda y les imparte fuerza. Pongan en práctica esta fórmula cuando el temor estorbe su progreso.


Usted está preparado para dar un gran paso. No vacile ni tema. No puede cruzar un precipicio dando dos pequeños saltos. El futuro vale el riesgo. Mañana mirará los cambios efectuados atrás, y los llamará mejoras.

Hace años se propuso a un pueblito de Maine como el sitio ideal para construir una gran planta hidroeléctrica. Como se había construido una represa en el río, el pueblo quedaría sumergido. Cuando se anunció el proyecto, se dio a la gente varios meses para arreglar sus asuntos y reubicarse.

Durante el tiempo en que se construía la represa, sucedió algo interesante. Cesaron todas las mejoras. Se suspendió toda pintura. No se repararon edificios, caminos ni aceras. Día a día el pueblo lucía descuidado y sucio. Mucho antes de que las aguas lo cubrieran, el pueblo parecía abandonado aun cuando las personas no se habían ido todavía. Un morador dijo: «Cuando no hay fe en el futuro, no hay poder en el presente». Sobre ese pueblo cayó la desesperanza porque no tenía futuro


Fuente: http://devocionalescristianos.org

miércoles, 11 de abril de 2012

La conformidad por Max Lucado

Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores (1 Timoteo 6.6–10).

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús… he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4.6–7, 11–13).

¿Satisfechos? Esto es algo que nunca estamos. No estamos satisfechos.
Tomamos unas vacaciones fabulosas… Nos saciamos de sol, de diversión, de buena comida. Pero aún no estamos camino de regreso cuando ya nos acongoja el término del viaje y comenzamos a planear otro. No estamos satisfechos.

Cuando niños decimos: «Quién fuera un adolescente». Cuando adolescentes decimos: «Quién fuera un adulto». Como un adulto: «Si estuviera casado». Como cónyuge: «Quién tuviera hijos».
No estamos satisfechos.


La conformidad es una virtud difícil. ¿Por qué?
Porque no hay nada en este mundo que pueda satisfacer nuestros anhelos más profundos. Anhelamos ver a Dios. Las hojas de la vida, al ser movidas por el viento, susurran el rumor de que lo veremos, y no quedaremos satisfechos hasta lograrlo.

Fuente: http://devocionaldiario.org

lunes, 9 de abril de 2012

Camina lo que hay que caminar por Dante Gebel

Pasaje clave: 1º Timoteo 4:6-16.


“Sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1º Timoteo 4:12).

El predicador estaba hablando medio en broma cuando se quejó, «Mi esposa es absolutamente irrazonable. ¡Realmente espera que yo practique todo lo que predico!» Es muchísimo más fácil decirle a alguien lo que es correcto en vez de practicarlo personalmente.

Cuando mi hijo y yo jugamos al golf juntos, puedo decirle exactamente cómo meter la pelota en el hoyo y hacer los tiros. Pero mi propia capacidad para realizar este deporte es lastimosamente limitada. Supongo que esto es lo que se quiere decir cuando nos referimos a atletas que «dicen lo que hay que decir pero no caminan lo que hay que caminar». Cualquiera puede hablar de cómo hacer un buen juego, pero jugarlo realmente bien es muchísimo más difícil.

Esto es particularmente cierto cuando se trata del desafío de seguir a Jesucristo. No es suficiente que hablemos acerca de la fe, debemos vivir nuestra propia fe. Tal vez esa sea la razón por la que Pablo, después de darle instrucciones a su joven protegido, Timoteo, acerca de cómo predicar, incluyó este recordatorio: «Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza… Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas» (1º Timoteo 4:12,15).

Como seguidores de Cristo, no podemos darnos el lujo de simplemente hablar acerca de cómo hacer las cosas bien, debemos vivir vidas de fe ejemplar en Jesucristo. Debemos caminar lo que hay que caminar.


Fuente: http://alientodiario.org

viernes, 6 de abril de 2012

Abandonado por Dios (Max Lucado)

Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado (Isaías 53:4).


Los ruidos se entremezclaban en la colina: Burlas de fariseos, sonidos metálicos de espadas y moribundos que gemían. Jesús apenas habla. Cuando lo hace, brillan diamantes contra el terciopelo. Da gracia a sus asesinos y un hijo a su madre. Responde la oración de un ladrón y pide de beber a un soldado.



Entonces, al mediodía, cae la oscuridad como una cortina. «Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad» (Mt 27:45).

Son tinieblas sobrenaturales. No es una reunión casual de nubes ni un breve eclipse de sol. Es un manto de oscuridad de tres horas. Los mercaderes de Jerusalén encienden velas. Los soldados prenden antorchas. El universo sufre. El cielo llora.
Cristo levanta hacia el cielo la pesada cabeza y los párpados caídos, y gasta sus últimas energías gritando hacia las esquivas estrellas: «Elí, Eli, ¿Lama Sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (vs.46)

Nosotros preguntaríamos lo mismo. ¿Por qué Él? ¿Por qué abandonaste a tu Hijo? Abandona a los asesinos. Desatiende a los malhechores. Vuelve la espalda a pervertidos y traficantes del dolor. Abandónalos a ellos, no a Él. ¿Por qué abandonas a la única alma sin pecado en la tierra?
¿Qué sintió Cristo en la cruz? El gélido desagrado de un Dios que odia el pecado. ¿Por qué? Porque «Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados» (1 P 2:24).

Con las manos abiertas por los clavos, Él invitó a Dios: «¡Trátame como los tratarías!» Y Dios lo hizo. En una acción que destrozó el corazón del Padre, pero que honró la santidad del cielo, el castigo que purga pecado cayó sobre el eterno e inmaculado Hijo.
Y el cielo dio a la tierra su regalo más excelente. El Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» ¿Por qué gritó Cristo esas palabras? Para que usted nunca tuviera que hacerlo.

Fuente: http://devocionaldiario.org



lunes, 2 de abril de 2012

Palabras Que Hieren por Max Lucado

El diálogo en la mañana de ese viernes era amargo.
De los espectadores:
- ¡Si eres el hijo de Dios bájate de la cruz!
De los líderes religiosos:
- A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar.
De los soldados:
- Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

Palabras amargas. Ácido con sarcasmo. Odio. Irreverencia. ¿No era suficiente que Él estaba siendo crucificado? ¿No era suficiente que estaba siendo avergonzado como un criminal? ¿No eran suficientes los clavos? ¿Fue la corona de espinas demasiado suave? ¿Habían sido muy pobres los azotes? Para algunos, aparentemente sí.

Pedro, un escritor no dado normalmente a usar muchos verbos descriptivos, dice que quienes pasaban cerca daban insultos al Cristo crucificado. 1 Pedro 2:23
Ellos no sólo insultaban, hablaban o blasfemaban. Piedras verbales. Tenían toda la intención de herir y lastimar. “¡Hemos quebrantado el cuerpo, ahora rompamos el espíritu!”. De esa manera sus arcos con las flechas de su autojusticia y torturantes dardos de puro veneno.

De todas las escenas alrededor de la cruz, ésta es la que más me enoja. ¿Qué clase de personas –me pregunto- se burlará de un hombre agonizante? ¿Quién sería tan indolente como para poner sal en las heridas abiertas? ¿Cuán bajo y pervertido es hablar con desprecio a uno que está atado con dolor? ¿Quién se burlaría de una persona que está sentada en la silla eléctrica? ¿O quién señalaría con el dedo y se reiría de un criminal que tiene la cuerda de la horca alrededor del cuello? Puede estar seguro de que Satanás y sus demonios fueron la causa de tal inmundicia.

Y luego el criminal en la cruz número dos lanza su golpe: ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!. Las palabras lanzadas ese día tenían el propósito de herir. Y no hay nada más doloroso que las palabras que tienen el propósito de herir. Esa es la razón por la que Santiago llama a la lengua un fuego. Sus llamas son tan malignas y destructoras que destrozan como las de una gran antorcha.

Pero no les estoy diciendo nada nuevo. Sin lugar a dudas usted ha tenido que soportar palabras que hieren. Usted ha sentido la tortura de un escarnecimiento bien apuntado. Tal vez usted está sintiéndolo. Alguien que usted ama o respeta lo azota en el piso con un látigo o con el fuego de la lengua. Y allí yace usted; herido y sangrando. Tal vez las palabras fueron dirigidas para herirlo, tal vez no; pero eso no importa. La herida es profunda. Los daños son internos. Corazón quebrantado, orgullo herido, sentimientos lastimados.
O tal vez su herida es vieja. Aunque la flecha fuera extraída hace mucho tiempo, la punta aún permanece... escondida debajo de su piel. El viejo dolor aflora impredecible y decisivamente recordándole las lacerantes palabras aún no perdonadas.

Si usted ha sufrido –o está sufriendo- debido a las palabras de alguien, estará contento de saber que hay un bálsamo para esta laceración. Medite en las palabras de 1 Pedro 2:23: “Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”

¿Ve usted qué no hizo Jesús?. Él no se desquitó. Él no devolvió la ofensa. Él no dijo: <¡Ya verás!> <¡Ven acá y di eso mismo en mi cara!>, <¡Sólo espérate hasta después de la resurrección, bobo!> No, estas declaraciones no se encontraron en los labios de Cristo.

¿Vio lo que Jesús sí hizo? Él encomendó su causa al que juzga justamente. O dicho más simplemente, dejó el juicio a Dios. Él no se hizo cargo de la tarea de buscar revancha, Él no demandó explicaciones. Él no pagó a ningún emisario ni envió a nadie con ninguna propuesta. Él, al contrario de la reacción normal, asombrosamente, habló en defensa de ellos: Lucas 23:24.
Sí, el diálogo en esa mañana del viernes fue amargo.

Las piedras verbales fueron destinadas a atormentar y torturar. Cómo Jesús –con un cuerpo quebrantado por el dolor, los ojos cegados por su propia sangre, y los pulmones inflándose ansiosamente en busca de aire- pudo hablar a favor de malvados sin corazón, es algo que va más allá de mi comprensión. Nunca he visto tal amor.

Si alguna vez una persona mereció una buena oportunidad para la revancha, Jesús fue esa persona. Pero Él no la tomó. En vez de eso murió por sus adversarios. ¿Cómo pudo hacerlo? Yo no sé. Pero si sé que todas mis heridas parecen insignificantes. Mis rencores y duros sentimientos se vuelven repentinamente infantiles. Algunas veces me sorprendo al ver el amor de Cristo, no tanto por la gente que toleró como por el dolor que soportó.
¡Maravillosa Gracia!


Fuente: http://www.saciatused.com