Olvidándose que estaba en una rama, comenzó a caer. Mientras caía, su mano abierta agarró una rama, y la apretó fuertemente. Estando colgado allí, escuchó una voz que le decía: “suelta la rama” pero como había tanta oscuridad, él no se atrevió a soltarla. Aquel hombre permaneció colgado hasta el amanecer sólo para descubrir que estaba a pocos centímetros del cielo.
Estuvo colgado en aquel árbol toda la noche experimentando un fuerte dolor y un gran cansancio, cuando pudo haberse dejado caer al suelo sin problemas.
Nosotros también a veces nos aferramos al pecado. Nos sentimos cansados y condenados por mucho tiempo. Sin embargo, sólo estamos a “pocos centímetros” del perdón y de experimentar la paz con Dios.
Vivamos hoy en paz al confesar y arrepentirnos de nuestros pecados. No debemos permitir que la vergüenza de confesar impida la paz interior y el gozo de ser perdonados. Que Dios nos ayude a tratar con el pecado inmediatamente.
Pecar es de humanos; persistir en él es necedad.
¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el SEÑOR no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño! —Salmos 32:2
Fuente: http://www.renuevodeplenitud.com
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