lunes, 30 de agosto de 2010
No hagas distinción por Elfriede de Jiménez
Pedro era un hombre risueño, amable y dispuesto siempre a cooperar en todo lo que estuviera a su alcance, de condición muy humilde, el cual tenía que realizar una caminata de más de una hora para poder asistir todos los domingos a los servicios de la iglesia.
Además tenía que usar siempre el mismo traje, que aunque ya estaba muy descolorido, siempre lo lucía impecablemente limpio; mas todas estas maravillosas cualidades no eran apreciadas por un grupo de hermanos miembros de dicha iglesia, que contaban con una prospera posición económica, los cuales evitaban tener que tratarlo, ya que lo consideraban inferior a ellos, y no le daban cabida a su circulo.
Esto me hace recordar la amonestación que encontramos en la carta que Santiago escribe a las doce tribus de Israel que estaban en la dispersión.
En el capítulo 2 él les exhorta en contra de la parcialidad, de preferir a los que traen ropa esplendida y anillo de oro y despreciar al pobre con vestido andrajoso, transgrediendo de esta manera la ley de Dios, que nos manda a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Tengamos sumo cuidado de no ser hallados culpables de este delito y por ende ser reos de condenación.
Recordemos que “… todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos, ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:27,28). “Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas” Santiago 2:1
Lectura: Santiago 2:1-10
“Pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado…” Santiago 2:9
Recordemos hoy y siempre que somos uno en Cristo.
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