La vida es ocupada y llena de distracciones. Es tan fácil atraparnos en nuestras diligencias, preocupaciones, que perdemos la vista de lo que más importa.
Hay una pequeña historia al final del capítulo dos de Lucas de cuando María y José llevaron a Jesús a Jerusalén para la Pascua cuando Él tenía doce años. Después que el festival se había terminado, ellos se fueron a casa, suponiendo que Él estaba con ellos.
Me pregunto, ¿Cuántas veces suponemos que Dios está con nosotros cuando deambulamos haciendo nuestras propias cosas?
Hay una parte interesante. María y José habían viajado un día de camino antes de darse cuenta de que Jesús no era parte del grupo y después les tomó tres días encontrarlo. ¡Tres días!
El mensaje aquí es que es más fácil perder esa presencia especial de Dios de lo que es recuperarla una vez la hemos perdido.
Necesitamos ser cuidadosos de permanecer en la presencia de Dios. Cuando lo hacemos, Dios se siente como en casa en nuestros corazones.
Esto simplemente comienza con ser obedientes a Su Palabra. Un compromiso de volvernos del comportamiento que ofende a Dios es la señal número uno de madurez espiritual. Muestra que te importa lo que Él piensa.
Eso significa que escoges ser generoso con los demás, aprendes a perdonar, dejas pasar las ofensas y vivir en paz. Cuando escogemos ser intencionales con nuestras palabras, dar gracias a Dios y levantar a otros, nos sentiremos conectados a Dios durante todo el día.
Fuente: http://m.youversion.com/reading-plans/promises-for-your-everyday-life/1/additional-content
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