“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Coríntios 5:17).
Cierto chino convertido, visitando América, se quedó profundamente impresionado con la superficialidad de muchos que se decían cristianos.
En una ocasión, con mucha firmeza, él dijo: “En mi país, cuando alguien se convierte, deja el mundo y todo qué en él existe, viene a Cristo completamente hueco, para volverse, verdaderamente, Su discípulo.”
¿Cómo ha sido nuestra vida después de abrir el corazón para Cristo? ¿Hubo cambio? ¿Pasamos a valorar las cosas espirituales o continuamos viviendo y practicando las obras de la carne? ¿Hemos buscado glorificar al Señor o persistimos en la vieja conducta, mundana, sin principios, engañadora y que se avergüenza del nombre de Jesús?
Cuando nos presentamos como cristianos pero en nada nos asemejamos a Cristo, engañamos a algunos y principalmente a nosotros mismos. Jamás engañaremos al Señor que nos escruta y ve todo lo que hacemos. Es necesario que lo demostremos produciendo frutos que glorifiquen al Señor Jesús. La Palabra de Dios nos dice que “por los frutos conocemos el árbol”. Una vida somera, indiferente, sin frutos, en vez de servir de bendición, probablemente servirá de piedra de tropiezo para aquéllos que aún están caminando en dirección al Salvador.
El cristiano transformado tiene placer en hablar de Cristo, en imitar a su Señor, en buscar los perdidos para que experimenten la misma alegría que él pasó a tener en el día en que sobrepasó la línea que lo despegaba de la presencia maravillosa de Jesús.
¿Sus amigos saben que usted ahora pertenece a Cristo o aún no percibieron el cambio?
¿Sus amigos saben que usted ahora pertenece a Cristo o aún no percibieron el cambio?
Fuente: http://www.alientodiario.com