miércoles, 11 de mayo de 2011

La clase de santidad que quiero tener Por Lucas Leys 2 de 2

Cuando empiezo a quedarme, a no hacer lo que Dios quiere que esté haciendo, es fácil que la tentación me encuentre ´disponible´. Eso fue lo que le pasó a David.

Vayamos algunos años más adelante, mucho después de su valiente enfrentamiento con Goliat. El capítulo 11 de 2 Samuel relata que David tenía que salir en campaña contra los enemigos del pueblo de Dios, pero se quedó.


El rey tendría que haber ido con el ejército pero se quedó muy cómodo en el palacio de Jerusalén mirando la tele. Una tarde (!) al levantarse de la cama, comenzó a pasearse por la azotea del palacio y desde allí vio a una mujer muy hermosa que se estaba bañando.


Primero la miró con un ojo, luego con dos y después le sacó una foto. Hizo que la trajeran y, aprovechándose de ser el rey y de que el esposo de la mujer no estaba, se acostó con ella. Una vergüenza para un hombre que conocía tanto de Dios.

Pero, ¿dónde había empezado todo? David no estaba donde tenía que estar. Estaba perdiendo el tiempo en el palacio en vez de estar haciendo lo que Dios quería que hiciera.

Dios quiere hijos santos. La santidad es la belleza de la cristiana y el cristiano. Por ser la santidad justamente un reflejo de la hermosura del carácter de Cristo en nuestra vida, somos santos cuando hacemos lo que Cristo hizo. Es lamentable ver cristianos que piensan que ser santo es no fumar, no tomar, no bailar ni decir malas palabras.


Esas características son una mínima expresión de lo que es la santidad. La persona santa es feliz porque está haciendo la voluntad de papá Dios, que es ´agradable y perfecta´ (Romanos 12.2). La madre Teresa de Calcuta fue santa, Martin Luther King, Martín Lutero y Hudson Taylor fueron santos, como todos aquellos que de todo corazón se entregan a hacer lo que Dios les pide y eso los hace parecerse cada vez más a Jesús.

Dios quiere algo más, no sólo que no nos metamos en problemas con los cristianos a nuestro alrededor. Él quiere un corazón obediente y una fe total. Él está más interesado en el corazón de sus hijos que en sus habilidades y conocimientos. Quiere vidas a prueba de pruebas. Quiere cristianos que mantengan el gozo y la esperanza en las dificultades; que conserven la paz y el dominio propio en medio de las tensiones. Dios quiere algo más que carisma y popularidad; él está buscando verdadera santidad. Esa que tiene que ver con la pureza de corazón y de la que podemos conversar en voz baja solo ÉL y nosotros. Santidad que tiene que ver con lo que en nuestro lugar hubiese hecho el Santo.

Yo quiero alejarme de aquellas cosas que ofenden a mi Señor. Pero también no quiero ofenderlo al no hacer lo que me pide.




Fuente: http://www.especialidadesjuveniles.com/

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