viernes, 6 de mayo de 2011

SIDA: una conciencia con inmuno deficiencia / por Lucas Leys 3 de 3



La pandemia

Hay toda una iglesia en América que ya no tiene tantos drogadictos, violadores, asesinos o adulteros transformados como sidosos espirituales que dejamos pasar la mentira, la critica, el egocentrismo, la fe a conveniencia, la misericordia interesada, la falta de hambre evangelísitco, la indiferencia social y tantas otras tibiezas que por diarias, comunes y generales no nos escandalizan ni sorprenden.
Cosas diarias que nada más nos hacen decir: "bueno yo soy así";, "todos somos pecadores", "No se puede cambiar una iglesia con tanta hisotria, "el que esté limpio que tire la primera piedra", "el que tiene que empezar es…";

Entristecemos al Espíritu no dejándole decir nada que nos incomode, perdonándonos mentiritas piadosas, chismes vestidos de pedidos de oración, envidias decoradas en intentos de guardar la sana doctrina y demás "pecados evangélicos"; (Efesios 4.30).

Este SIDA ha afectado nuestros espíritus. El Espíritu de luz quiere concientizarnos de nuestros pecado e invitarnos a crecer, a ser transformados, a refrescarnos de tanta religión tediosa y aburrida que ha atrapado a tantos dentro de las paredes de los templos.

En el nuevo milenio todavía la ciencia no encuentra una vacuna que prevenga el SIDA ni una cura que lo elimine. Nosotros tenemos una hecha por la sangre de Jesucristo de Nazareth que como colirio limpia el corazón arrepentido. De Cristo fluye la vida por su resurección para que un fresco fluir nos renueve el entendimiento a cada año, cada mes y a diario. También el Señor nos reveló un tratamiento de oración, comunión y perseverancia que atenta contra nuestros malos habitos y debilidades regenerando nuestra conciencia.

Vida Espiritual

La vida espiritual no es como la animal. La vida animal tiene ciclos. Se nace, hay un tiempo de crecimiento impetuoso, despues estabilidad y despues hasta un decrecimiento.
La vida espiritual debe ser como la vida vegetal. Los árboles siempre crecen, florecen y se extienden buscando el sol de cada día. El árbol que no crece es porque está muerto.

Me da lástima descubir a muchos adultos que piensan que ya no pueden cambiar, que por sus experiencias del pasado ya se las saben todas o que nada más se han dejado conformar. También me da lástima ver jóvenes tibios sin metas ni objetivos espirituales que no sueñan en crecer.
Debemos cambiar, arrepentinos de este sida que ha corroído la frescura de la vida espiritual en nosotros, y crecer, crecer y crecer apuntando a la medida perfecta de Cristo…


Fuente: www.especialidadesjuveniles.com

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