viernes, 4 de noviembre de 2011

El hombre de la puerta por Dante Gebel

Hechos 3:1-10 (Curación de un cojo)

La unción es dinámica, está viva, es práctica, utilitaria y se puede llevar de lunes a viernes a donde vayamos, no está limitada a la iglesia y a sus servicios de sábados y domingos.
Tendemos a compararnos con ministros y a ver como Dios usa a otros… esto nos lleva a frustrarnos, cayendo en el error de querer y anhelar lo que tienen otros. Pero Dios siempre conoce nuestro corazón.

Si existieran las máquinas del tiempo, retroceder serviría para decirle al antiguo “yo” que todo saldrá bien. Si te sientes fuera de lugar, apartado, frustrado, atado o bipolar…tranquilo, todo saldrá bien!.

Cuando la biblia hace referencia a un “cojo” alude a una persona que no está paralítico pero que tiene los tobillos quebrados. Es aquel que pareciera estar bien, pero no lo está. De la misma manera, en ocasiones nos sentimos “cojos”, con un área que no nos deja ser feliz, que no nos permite avanzar, un mal hábito (pornografía, malos pensamientos, relaciones prematrimoniales, mentira, celos…) que nos detiene, dejándonos inestables y vulnerables.

Pero Dios se glorifica en medio de nuestras debilidades y fracasos. Son pruebas necesarias para fortalecer esas áreas de nuestra vida que necesitan ser reparadas y que nos permitirán rendirnos ante Dios y buscar su rostro con un mayor anhelo aun en medio de la crisis.

El cojo vivía en la puerta. La puerta simboliza ese sitio de observación, de transición, no es un lugar para vivir, molesta al que quiere entrar o salir y personaliza a aquel que sabe mucho de lo que pasa dentro pero también de lo que pasa fuera, sabe demasiado como para considerarse un inconverso pero no lo suficiente como para ser santo, parece pero no es… permitiendo que sus áreas cojas lo lleven a la puerta. Dios nos llama a ser fríos o calientes, pero no tibios, no personas de puerta.

Lo que necesitamos para salir de la puerta es fe, semejante a la que tenía Pedro cuando caminó por encima de las aguas y adoración, como la que Juan experimentaba cuando se recostaba sobre el pecho de Jesús.

Es la fe de que Dios está interesado en nosotros, en que emprendamos, avancemos y soñemos junto a la adoración que no nos permitirá jamás perder la comunión con EL.

Fuente: sinopsis de “El hombre de la puerta” (Pastor Dante Gebel)

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