Apocalipsis 19:9. El ángel me dijo: «Escribe: “¡Dichosos los que han sido convidados a la cena de las bodas del Cordero!”»
Cuando era pequeño y escuchaba a los que dirigían las reuniones decir que el cielo sería como quedarnos cantando en la iglesia por la eternidad, me daban ganas de gritar ¡Noooooo, por favor! ¡No quiero ir al cielo! Hasta recuerdo habérselo dicho a mi mamá.
Con muchas risas ella me explicó que el cielo no era una reunión en un templo. Me dijo que era mejor que la mejor fiesta de cumpleaños que se me pudiera ocurrir y que estaba lleno de muchas sorpresas que no podíamos imaginarnos cómo iba a ser. Me quedé pensando en la fiesta de cumpleaños y llegué a la conclusión de que el cielo iba a ser divertido, emocionante y, claro: lleno de comida.
Hace poco escuchaba una canción de Steven Curtis Chapman que se llama: «El cielo en la tierra» y recordé esta experiencia que había quedado grabada en mi memoria. Al salir a la superficie mi ocurrencia cobró un nuevo sentido. Sí el cielo es una fiesta, en la tierra debe ser igual y así debe ser la iglesia.
Pero miramos la historia y es como si se hubiera cortado la luz en medio del cumpleaños. Hemos perdido tanto de ese espíritu gozoso que Dios intentó imprimir en su pueblo. Si pensamos bien quiénes son los que van a estar en la fiesta de los cielos, es fácil saber que sí queremos un cielo en la tierra debemos perdonar a quienes no se lo merecen, dar consuelo a aquellos que les hace falta y preparar comida para los que están hambrientos.
Traer el cielo a la tierra es festejar según la gracia de Dios con aquellos que Dios ama. Aun Cristo comparó su reino con una fiesta de bodas (Mateo 22:2-4). Pero muchas veces la iglesia es más parecida a un velorio que a una fiesta.
¡Cambiemos! Seamos una iglesia que sepa compartir con los que no tienen, perdonar a los que no se lo merecen y busquemos más motivos y formas para festejar el amor de Dios.
Algunos confunden ser espiritual con ser aburridos. Ambas cosas no tienen nada que ver. ¡Ser espiritual es estar lleno de fiesta!
Fuente: http://www.devocionaldiario.com
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