“Fui al Campamento de Verano y perdí mi virginidad….” Es lo que Amy Juergens del programa “The Secret Life of an American Teenager (La vida secreta de un adolescente Americano) puede que haya mandado por correo en su tarjeta hecha a mano a la página postsecret.com.
Pero claro, Amy Juergens es un personaje ficticio de un conjurado Canal ABC “Family”. Esta es su 4ta temporada, La Vida Secreta (así se le dice en versión corta) es la crónica de las vidas de unos adolescentes que parecen por fuera tener todo resuelto en su vida, cuando en realidad sus vidas “no públicas” son una caja de Pandora llena de avaricia, ira, celos y en resumen un drama malvado que simplemente nos encanta consumir como valor de entretenimiento.
Pero si abriera la tapa y tuviera un destello de quién eres tú cuando nadie está viendo, ¿encontraría la misma caldera hirviendo de los secretos que están en ebullición por el resto de tu vida? Supongo que sí, lo encontraría. Y quizás es por eso que programas como La Vida Secreta son tan populares. Nos identificamos con los personajes para sentirnos más normales acerca de las cosas que nos aterra revelar. Es una forma de relacionarnos o quizás una técnica de supervivencia que temporalmente ensordece los oídos de nuestras almas al megáfono acusador de nuestra culpa y errores pasados.
Aun así, cuando el programa se ha terminado, los secretos permanecen. Y ellos gatean en los recesos de nuestras mentes como ratas de una alcantarilla para recordarnos que estamos sin esperanza, desesperados y muchas veces camino a ser horribles.
¿Y sabes qué? Estoy de acuerdo! Eres horrible…...y yo también... y así es cada persona que alguna vez haya vivido o vivirá. Es por esto que la Biblia describe a toda la humanidad en estos términos específicos: Romanos 3:10-18
(Continuará...)
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