“QUÍTENSE
DE VOSOTROS TODA AMARGURA, ENOJO, IRA…” (Efesios 4:31)
Cuando hablamos de
la amargura, hay dos cosas que debes tener presentes: Primero, es contagiosa.
Eres parte del Cuerpo de Cristo; por eso, lo que te pasa a ti y lo que está en
ti afecta a aquellos con quienes te relacionas, ya sea de manera positiva o
negativa. La Biblia
dice: “Si un miembro del
cuerpo sufre, todos los demás sufren también; y si un miembro recibe atención
especial, todos los demás comparten su alegría.” (1 Corintios 12:26).
La mordedura
de una serpiente no sólo afecta la parte del cuerpo que atacó el animal, sino
que el veneno se extiende por todo el sistema. “Mirad
bien…para que no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe y contamine a
muchos”(Hebreos 12:15). No te
disgustes y salgas de la iglesia en la que Dios te ha colocado. Tú necesitas a
los hermanos y ellos te necesitan a ti. Al vencer la amargura, extenderás la
bendición de Dios a otros. Segundo, puedes superarla. Sigue los siguientes
pasos:
- Reconócela y admite que está en ti.
- No la des vueltas en tu mente ni se la compartas a otros.
- Arrepiéntete y renuncia a cualquier actitud que no sea acorde con el carácter de Cristo.
- Pide a Dios que te dé dominio propio y luego sométete a su liderazgo.
- No contamines a otros ni dejes que ellos te contaminen a ti.
- Comparte tu decisión de perdonar todas las ofensas hechas contra ti con un amigo de confianza, exprésalo en voz alta, para ti mismo y para Dios. “…Perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32). Eso te hará libre y te permitirá disfrutar de una buena relación con Dios, contigo mismo y con los demás.
- Busca formas prácticas de ser “bondadoso… [y] misericordioso…” (Efesios 4:32).
Fuente: http://devocionalescristianos.org/
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