Un joven que acababa de graduarse de la Universidad, consiguió una
posición laboral con muy buen sueldo. Trabajaba mucho, observaba a los
demás y aprendía de ellos. Amaba a su esposa y su familia
aumentaba. Pero muy pronto comenzó a quitarle tiempo a la familia para
dedicárselo al trabajo. Era un joven brillante y ambicioso, ansiaba subir
por la escalera de la corporación y llegar al éxito. En pocos años había
logrado llegar a un puesto alto en la compañía.
De pronto, muchas personas empezaron a pedirle consejo profesional y
favores, a este hombre tan exitoso. Los compañeros de trabajo lo
adulaban, los clientes lo buscaban, y las amigas de la oficina coqueteaban con
él. El joven, ansioso por complacer y abrumado por la repentina atención,
no se daba cuenta de lo que le estaba pasando. Usó su poder sin sabiduría
y cometió algunos errores financieros. Descuidó a su familia y dejó que
en su corazón echaran raíces las semillas de la insatisfacción. Desde su
perspectiva, en su jardín no crecía más que maleza.
En un momento de debilidad y juicio erróneo, el joven ejecutivo
cayó. Cedió a la tentación, a perjuicio de su familia. Dejó su
trabajo, y lo peor fue que perdió su integridad. Sus amigos quisieron
ayudarlo a restaurarse, pero se alejó de ellos. Su familia estaba
dispuesta a perdonarlo, pero el hombre no podía perdonarse a sí mismo.
Murió unos años después, alcohólico y destituido.
El césped puede parecer más verde y las flores más hermosas en otros
jardines, pero no hay mejor lugar que aquel en que fuimos plantados. Dios
sabe exactamente lo que necesitamos. Él nos ha dado todos los
ingredientes para disfrutar de una vida bien regalada y exitosa que lo honre a
Él.
Job 4:8
Los que aran iniquidad y siembran injuria, lo siegan.
Los que aran iniquidad y siembran injuria, lo siegan.
Fuente: http://www.renuevodeplenitud.com
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