miércoles, 13 de abril de 2011

Siendo un embajador


Después de visitar un refugio para personas sin hogar, algunos adolescentes se morían por expresar lo que habían experimentado. Llenos de emoción, escribieron acerca de su visita a hombres y mujeres de todas las edades que eran pobres e indigentes.

Un adolescente escribió: «Hablé con un veterano de Vietnam y le dije que en el cielo tendría un cuerpo nuevo. Pude tranquilizarle en su fe».

Otro dijo: «Un muchacho llamado Miguel me mostró que, incluso cuando estaba viviendo en un refugio para personas sin hogar, tener fe marcaba para él toda la diferencia».

Y otro escribió: «Hablé con un hombre que casi había dejado de creer en Dios. Traté de [alentarle en su fe]».

En su deseo de compartir el mensaje de reconciliación de Dios, estos adolescentes quedaron sorprendidos al encontrar que algunas de las personas con las que hablaban ya conocían a Dios.


Superando el malestar de las diferencias entre ellos, los muchachos descubrieron a personas que necesitaban la tranquilidad y seguridad de que Dios seguía cuidando de ellas. El papel de los adolescentes cambió de compartir las buenas nuevas a guiar a sus nuevos amigos hacia una fe más profunda.

Ser «embajadores de Cristo» (2 Corintios 5:20) abre puertas de oportunidad, tanto para compartir el Evangelio como para fortalecer a los que están luchando.


Busca a alguien hoy que necesite aliento o «la palabra de la reconciliación» (v. 19).

Una palabra de aliento puede marcar la diferencia entre rendirse y continuar.

Lectura: 2 Corintios 5:14-21


"Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".

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