La mayor parte de la historia universal es un relato de conflictos. Durante los últimos 5.560 años ha habido cerca de quince mil guerras, y ésas san sólo las que se conocen hoy. Hoy en día, en el mundo se están librando 32 guerras, grandes y pequeñas. Pareciera que los seres humanos no tenemos mucho talento para vivir en paz con nuestros semejantes. Somos mucho mejores para los desacuerdos, las peleas y las contiendas.
Hace cien años, existía la creencia popular de que si se pudiera educar al mundo, todas las guerras desaparecerían. Pero luego de dos guerras mundiales entre las naciones más cultas del planeta, ese ingenuo optimismo se desvaneció. Sin una transformación del corazón, la educación simplemente nos permite concebir modos más sofisticados de matarnos unos a otros. Hay muchas personas brillantes en prisión. Una mente culta no produce automáticamente un corazón pacífico. Lo que el mundo necesita desesperadamente es la reconciliación.
Jesús vino para que, por medio de Él, nos reconciliemos con Dios
Dice la Biblia: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Ro.5:8-11).
Las personas lejos de Cristo sienten una falta de plenitud en sus vidas, pero que no saben lo que andan buscando. “Algo me falta”, dicen, o “la vida tiene que ser algo más que esto!” En consecuencia, prueban toda clase de remedios, actividades, logros, drogas y aventuras, en un intento por llenar el vacío que hay en sus corazones cuando lo que necesitan es reconciliarse con Dios. Nada puede suplir la relación rota con Dios.
La buena noticia de la Navidad es que Jesús vino a ser el puente de reconciliación entre el ser humano y Dios.
Para los que amamos al Señor, la reconciliación es un hecho y la podemos experimentar a diario. Pero no sólo es para nosotros. Dice: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! Todo esto proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación: esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: “En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios”. (2ºCo.5:17-20).
Somos reconciliadores. Navidad es la época ideal para ejercitarse en este bendito ministerio.
Fuente: http://devocionaldiario.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario