lunes, 26 de diciembre de 2011

El Ladrón y su Madre por Raúl Irigoyen

Un joven adolescente robó un libro a uno de sus compañeros de escuela y se lo mostró a su madre. Ella no solamente se abstuvo de castigarlo, sino más bien lo estimuló. A la siguiente oportunidad se robó una capa y se la llevó a su madre quien de nuevo lo alabó.

El joven creció y ya adulto fue robando cada vez cosas de más valor hasta que un día fue capturado en el acto, y con las manos atadas fue conducido al cadalso para su ejecución pública.

Su madre lo siguió entre la multitud y se golpeaba violentamente su pecho de tristeza. Al verla el ladrón dijo: “Deseo decirle algo a mi madre en su oído”.

Ella acercó su oído a él, y éste rápidamente mordió su oreja cortándosela. Su madre le reclamó que era un hijo desnaturalizado, a lo que él replicó: “¡Ah! Si me hubieras reprendido en mi primer robo del libro aquel, nunca hubiera llegado a esto y ser condenado a una ingrata muerte.

¡Qué terrible es que al buscar al responsable de las cosas que hoy vivimos, descubrimos que somos nosotros mismos! Y es que indefectiblemente habremos de cosechar lo que sembramos ya sea en nuestras propias vidas o en las de quienes nos rodean. La reflexión de hoy nos permite comprender cómo las pequeñas cosas que hacemos o permitimos hacer acaban por definir el rumbo de nuestras vidas. En lo que respecta a nuestros hijos o los de aquellos de personas a las que amamos, estemos dispuestos a corregirlos… lo que está en juego es su futuro. ¿Será este próspero o lleno de amarguras? Cada uno de nosotros, si estamos dispuestos a intervenir a favor de esos muchachos, podrá hacer la diferencia. Adelante y que el Señor les bendiga.

La experiencia me ha enseñado que los que siembran maldad cosechan desventura. Job 4:8

El que siembra maldad cosecha desgracias; el Señor lo destruirá con el cetro de su ira. Proverbios 22:8


Fuente: http://renuevodeplenitud.com/

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