miércoles, 25 de abril de 2012

Rescate completo

Marcos 10:45. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
 
Era un 6 de julio al atardecer y la playa de Pensacola, Florida, invitaba a quedarse más tiempo.
Las olas del golfo eran suaves y Jessie Arbogast tenía un inigualable momento kodak. Su hermana y algunas amigas se habían metido más hondo, pero para un chico de ocho años ya era suficiente. De repente y de la nada algo enorme le dio un fuertísimo tirón en su brazo. Jessie empezó a gritar: ¡Me agarró, me agarró!.
 
En la playa estaba su tío Vance Flosenzier, que viendo la sangre alrededor del cuerpo de su sobrino no dudó que algo terrible estuviera sucediendo. Él y otro hombre corrieron hasta el muchacho cuando notaron a un tiburón tirando del brazo del niño y listo para escapar. Viendo a Jessie y sabiendo que a unos metros estaban las niñas, el tío tomó fuertemente al tiburón por la cola y empezó a luchar para sacarlo del agua. 
 
Los gritos de ¡Tiburón! ¡Tiburón!, se escucharon por toda la playa.
La tía del niño lo tomó en sus brazos y lo sentó en la orilla para descubrir la terrible condición de Jessie. La mordida del tiburón le había sacado el brazo desde la coyuntura del hombro. Unos turistas llamaron al 911 (número de emergencia) y a los pocos minutos un helicóptero del Hospital Bautista llegó en auxilio.
 
El tiburón tenía convulsiones y luchaba por sobrevivir fuera del agua. Los paramédicos y la familia buscaban desesperadamente el brazo de Jessie. Uno de los paramédicos sugirió que podría estar todavía dentro del tiburón. Trataron de abrirle las mandíbulas con un bastón y efectivamente allí estaba. Jessie estaba quedándose sin sangre por lo que decidieron llevarlo antes de sacar el brazo del animal. Jared Klein de la guardia de parques nacionales fue quien decidió dar cuatro disparos al tiburón para sacar el brazo de su interior.
 
Para ese momento Jessie ya estaba en el hospital. Mientras lo bajaban por el elevador, los doctores y enfermeras le inyectaban sangre del tipo «O negativo» en grandes cantidades. La ambulancia con el brazo llegó minutos después. Los doctores tomaron el brazo inmóvil, pero dieron gracias a Dios de que estaba intacto y no despedazado. Huesos, nervios, arterias, músculos y venas tuvieron que ser entrelazadas nuevamente. Doce horas transcurrieron en la sala de cirugía hasta que Jessie fue llevado a un cuarto de recuperación.
 
Si no hubiera sido por su tío Vance Flosenzier, Jessie habría perdido su brazo y hasta quizás muerto. Agarrar a un tiburón hambriento por la cola y sacarlo del agua no es un acto común. Sin duda que ese día dividió la historia de Jessie y su familia. Los hechos fueron relatados en los principales medios de comunicación de los Estados Unidos y Vance fue elogiado como un héroe nacional por la prensa.
 
Algo así nos ha sucedido a nosotros. Estábamos atrapados en las mandíbulas del diablo, pero Cristo se lanzó a la playa de la muerte para rescatarnos. Satanás nos ha lastimado y muchas veces nos sentimos quebrados. Pero Cristo no descansa hasta que podamos estar completos en él. Así como Jessie va a estar agradecido toda la vida a su tío, tenemos que estar agradecidoseternamente por lo que Jesús hizo por nosotros.

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