Respondo: ¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso le dirá la olla de barro al que la modeló: "¿Por qué me hiciste así?" (Romanos 9:20 NVI)
Puesto que Dios sabe lo que es mejor para nosotros, deberíamos aceptar con gratitud la forma que el nos ha dado. La Biblia dice: "Respondo: ¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso le dirá la olla de barro al que la modeló: "¿Por qué me hiciste así?" (Romanos 9:20 NVI)
Tu forma fue determinada soberanamente por Dios para su propósito, por lo que no debes de resentirte o rechazarla. En lugar de tratar de reformarte a tí mismo a ser como otra persona, debes celebrar la forma que Dios sólo te ha dado a ti. "Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado gracia en la medida en que Cristo ha repartido los dones." (Efesios 4:7 LB)
Parte de aceptar tu forma es reconocer tus limitaciones. Nadie es bueno en todo, y nadie está llamado a ser todo. Todos tenemos funciones definidas. Pablo entendió que su vocación no era llevar a cabo todo o complacer a todos, sino centrarse sólo en el ministerio que Dios particularmente le había dado forma (Gálatas 2:7-8). Él dijo, "Nosotros, por nuestra parte, no vamos a jactarnos más de lo debido." (2 Corintios 10:13 NVI)
La palabra límites se refiere al hecho de que Dios asigna a cada uno de nosotros un campo o ámbito de servicio. Tu forma determina tu especialidad. Cuando tratamos de extender más allá de lo que Dios nos formó el alcance de la forma de nuestro ministerio, experimentamos stress. Así como a cada corredor en una carrera se le da un carril, debemos individualmente "correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante." (Hebreos 12:1 LB)
No seas envidioso del corredor en el carril de al lado, sólo concentrate en terminar tu carrera. Dios quiere que disfrutes la forma que él te ha dado. La Biblia dice: "Cada cual examine su propia conducta; y si tiene algo de qué presumir, que no se compare con nadie." (Gálatas 6:4 NVI)
Satanás tratará de robarte el gozo del servicio de usted en unas cuantas maneras: tentandote a comparar tu ministerio con otros y tentarte a llevar a cabo tu ministerio guiandote por las expectativas de los demás. Ambas son trampas mortales que te distraeran de servir en la forma propuesta por Dios. Cada vez que pierdas la alegría de tu ministerio, empezar a considerar, si bien alguna de estas tentaciones es la causa.
PS: Cuando Comparas Pierdes!
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