jueves, 7 de enero de 2010

Rendirse es el Corazón de la Adoración.

Rendirse es una palabra impopular, no gusta casi tanto como la palabra someterse. Esto implica perder, y nadie quiere ser un perdedor.


Rendirse evoca las imágenes desagradables de admitir la derrota en la batalla, perder un juego, o ceder a un adversario más fuerte. La palabra se utiliza casi siempre en un contexto negativo. Delincuentes capturados, rendirse a las autoridades, etc.


En nuestro mundo competitivo que nos han enseñado a nunca dejar de intentarlo, nunca te rindas, y nunca ceder - por lo que no se oye hablar mucho acerca de rendirse. Si ganar lo es todo, el rendirse es impensable.


Sin embargo, la Biblia nos enseña que en lugar de tratar de ganar, triunfar, superar y vencer, debemos de ceder, presentarnos, obedecer, y rendirnos.


Y por rendirnos a Dios, entramos en el corazón de la adoración. Esta es la verdadera adoración: llevar el placer a Dios, cuando nos entregamos por completo a él.

El rendirse se demuestra mejor en la obediencia, la cooperación con tu Creador. Cuando dices: "Sí, Señor" para todo lo que El te pide.

De hecho, "No, Señor" es una contradicción. No puedes reclamar a Jesús como tu Señor, cuando te niegas a obedecer. Pedro modeló rendición, cuando después de una noche de pesca fallida, Jesús le dijo que volviera a intentarlo: "Maestro, hemos trabajado duro toda la noche y no hemos pescado nada. Pero como tú lo dices, echaré las redes". Personas rendidas obedecen la palabra de Dios, incluso cuando no tiene sentido.

Dios no es un amo de esclavos, o un bravucón que utiliza la fuerza bruta para obligarnos a la sumisión. El no trata de doblegar tu voluntad, pero nos corteja hacia sí mismo, de modo que podamos ofrecerle Adoración libremente. Dios es un amante y un libertador, y el rendirse trae libertad y no esclavitud.

Cuando nos rendimos completamente a Jesús, descubrimos que él no es un tirano, pero un salvador, no un jefe, sino un hermano, no es un dictador, sino un amigo.

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